viernes, 28 de marzo de 2008

LA VACA ATADA O CUANDO EL IMAGINARIO PASTORIL VUELVE POR SUS FUEROS


Por Gonzalo Barciela del Isepci

A Don Arturo Jauretche

Escribo estas líneas al compás de la cacerola y del cántico “con el campo no se jode”, con un entusiasmo que hace ya tiempo no tenía, el de saberme envuelto, junto con otros muchos, en una disputa abierta ¿Hace falta aclarar desde que lugar me posiciono y/o me posicionan?
En estos agitados instantes, mientras una columna de “ciudadanos” amenaza con dirigirse hacia la Quinta Presidencial, me atrapa el súbito deseo de volcar una serie de reflexiones, bajo la sospecha de que la política “nunca se fue”.
Es buen momento para convocar a los compañeros, a los convencidos y a los no tan convencidos, a los decididos y a los que aún titubean, a todos aquellos que presienten que, en estas horas, se comienza a jugar una partida importante, una pulseada que no debemos dejar pasar de lado, bajo la respuesta fácil, el epíteto o la descalificación o, aún peor, la subestimación o su pareja ideal: el llanto desconsolado del arrepentido.
Entusiasmo, categoría bárbara de la teoría política si las hay, eso es lo que transmiten los enfervorizados caceroleros urbanos, se sienten convocados en la defensa del orden y del trabajo, aquí ya aparece un maravilloso par dicotómico: “acá están los que trabajan” no los que viven del clientelismo, consigna que denota la presencia de esas clases medias alimentadas en el imaginario del esfuerzo inmigratorio, tanto urbano como rural (aquél lejano chacarero de boina blanca), hermanadas equivalencialmente con el desdén patricio que se refugió en el campo, antes denostado por ser sede de la chusma gaucha, una vez que los cabecitas de principios de siglo bajaron de los barcos para recalar en la ciudad luz del Plata.
Aquí no se ha extraviado la conciencia de clase de nadie, sino que estamos ante la presencia de un constructo hegemónico en proceso. Cuando Carlos Marx, allá lejos y hace tiempo en el 18 Brumario, sostenía la existencia de un Partido del Orden que convocaba fracciones antes enfrentadas de los sectores dominantes, junto a eso que llamaba despectivamente “lumpenproletariado”, aquél no se identificaba con el partido de gobierno, sino con aquellos que dirigían, política e intelectualmente diría Gramsci, los destinos de la sociedad francesa a mediados del siglo XIX. Valga la lección, para comenzar a desandar el camino, si la condición misma de la enemistad política, reclama en su nucleamiento primario la identificación del agresor, el victimario o el enemigo, es fácil ya avanzar en una primera observación: ellos ya han identificado a su enemigo, el gobierno intervencionista y setentista que confisca al país que trabaja.
Podríamos esgrimir en defensa de nuestro argumento, calificados trabajos de economistas que nos muestran el crecimiento geométrico de la renta agropecuaria y la consecuente e imperiosa necesidad de proceder a su redistribución. La experticia económica, es ajena al planteo que aquí desarrollamos, sólo para recordar que del otro lado no escuchan el canto de las estadísticas.
Se ha reactivado el imaginario pastoril, no estaba adormecido, sino que es convocado a su hora, a la defensa del país que estructura sus sueños de la Argentina potencia. Esa ficción que, so pena de subestimarla o hacerla presa del desdén, puede llevarnos puestos, porque esa ficción es el centro mismo de la disputa sobre la geografía de la sociedad.
Es tiempo de política, la pregunta es ¿cuándo no lo fue?

¡El pueblo no existe!

¿Quién es el pueblo?, ¿dónde está? Estamos volviendo a redefinir los términos mismos de la inclusióny exclusión, a partir de los cuales cobra vida la forma misma de la política, los nosotros y los ellos, campos polares que requieren la incursión impostergable de la voluntad política.
De esto debe tomar nota el gobierno, la presidenta con toda justeza calificó al lock out agrario como “el piquete de la abundancia”, pero las palabras no se las lleva el viento sino que producen reacomodamientos y desplazamientos en la correlación de fuerzas, el problema no es la oportunidad del enunciado, sino el éxito de la identificación que logra o puede lograr en la acumulación propia. Y eso requiere recordar el axioma de la política criolla: hay que empoderar a los sectores populares, a esos millones anónimos que recorren los márgenes de la reactivación, cuyo destino se juega entre la changa y el proyectil policial en su frente.
Esos son los nadies, la sal de la tierra, el subsuelo de la Patria destinado a sublevarse. Hacia ellos debe dirigirse la impostergable distribución de la riqueza, que no es más que la apropiación de porciones de poder social. No como el gesto soberano, que magnánimo se desprende de porciones de libertad, sino como la conquista a través de la acción organizada. Sólo la organización nos permitirá construir autonomía política. La identificación con un proyecto que los más hagan suyo y lo defiendan, esa es hoy nuestra tarea. Dieciocho años de resistencia popular a la proscripción, a la cárcel, a los fusilamientos, a la tortura y a la persecución, no se construyeron con sidra y pan dulce, como cree la bienpensante clase media adicta al esceptismo ilustrado. No; la política es experiencia, conquista, esa es la historia del Pueblo que defendemos, el que se pintó con tiza y carbón.
A ellos, a los nadies, se dirigen las diatribas de los manifestantes pastoriles, son el contendor imaginario sobre el que se proyectan todos los males del populismo intervencionista, los márgenes, las fronteras que carcomen la Patria ganadera de los hombres de trabajo.

Más hegemonía menos gestión.

¿Quién fracturo a la Argentina? No paramos de oír a los corifeos periodísticos, lamentarse por la escalada verbal y aún simbólica, sobre las agresiones y la ausencia de espíritu “conciliador” de parte del ejecutivo nacional. El problema no es la fractura, siempre posible y latente, sino cómo se llega a ella, con qué acumulación, quiénes se reconocen e identifican a ambos lados de esa polaridad constitutiva.
Acá no hay lugar para la convocatoria episódica, este gobierno no está derrotado, pero tiene que entender que la disputa de la geografía social, también le es propia, de ninguna manera le es ajena o es sólo un instrumento de auxilio, la centralidad de un proceso de transformación reside en el núcleo irreductible, en el fermento de la masa organizada, no en su movilización para efemérides.

Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad.

No se trata tan sólo de exaltar la conflagración y la disputa del espacio e imaginarios sociales, se requiere también del análisis que nos permita recomponer la ofensiva estratégica, aquella que delinee un nuevo país, pero recordando siempre que los pueblos no llegan al poder tocando el timbre de los edificios gubernamentales, ni pidiendo permiso… y que tampoco están dispuestos a abrirle las puertas. Hoy se está abriendo una de nosotros depende su defensa y profundización.