Por Pedro Brieguer
El triunfo de Hugo Chávez en el referéndum del 15 de febrero tiene varias aristas interesantes para analizar por sus implicancias para América Latina.
En primer lugar hay que resaltar el apoyo de la mayoría de la población después de diez años de gestión, algo que pocos gobiernos pueden mostrar en su haber. En segundo lugar, todo triunfo de Chávez refuerza a un conjunto de gobiernos latinoamericanos que -amén de las diferencias que puedan tener con el proceso bolivariano- necesitan de este Chávez. Por otra parte, Chávez, con su “obsesión” por votar cada una de las reformas que propone ha provocado un efecto en cadena de legitimación en las urnas de los procesos que llevan adelante profundos cambios en América Latina desarmando también a los partidos opositores de derecha. El mérito es todo suyo, a menos de tres meses de haber asumido realizó el primer referéndum para convocar a una Asamblea Constituyente. Por ahora, Bolivia y Ecuador son los otros países donde la legitimidad del poder emana una y otra vez de las urnas pensado también como proceso de movilización de las grandes masas.
A diferencia de la década de los setenta, en la cual la mayoría de los movimientos revolucionarios negaba la llamada ¿democracia burguesa?, estos gobiernos han resignificado el poder de las urnas. Si la ¿democracia ? ¿formal? implica votar cada cuatro años sólo para los altos cargos -con la consecuente apatía y abstención-, las convocatorias a referéndums sobre la esencia misma del desarrollo político-social de un país se convierten en agentes de participación. Esto lo han comprendido muy bien los sectores que tradicionalmente gobernaron y han perdido el poder.
Desde la restauración democrática en América Latina a mediados de los ochenta que estos sectores no se muestran tan desconcertados y temerosos ante las votaciones. No son las convicciones democráticas “per sé” las que provocan el rechazo a la “reelección indefinida” de tal o cual gobernante, sino la imposibilidad de construir una alternativa que les permita vencer en las elecciones porque -en esencia- su discurso es un retorno al pasado.
sábado, 7 de marzo de 2009
EL MITO DE LA DEMOCRACIA ISRAELÍ
Por Pedro Brieguer
La reciente invasión a la Franja de Gaza y las imágenes de destrucción y muerte que se vieron provocaron estupor y vergüenza, especialmente a muchos judíos. Algunos para consolarse suelen comparar al Estado de Israel con los regímenes monárquicos o autoritarios del Medio Oriente. “Israel es la única democracia” argumentan y esto alivia sus conciencias. Sin embargo, más allá de las comparaciones, ¿es tan así? Cabe preguntarse si no se repite un cliché en base a la construcción idílica de un fetiche imaginario y deseado de algo que nunca existió. Tal vez la repetición del cliché cual mantra evite descorrer el velo y calme algunas conciencias culposas, o les permita continuar negando la realidad.
Algunos todavía insisten que los árabes se fugaron en 1948 cuando ya hay tantas investigaciones documentadas que demuestran que fueron expulsados de sus tierras que ni siquiera tiene sentido el debate. ¿Es posible calificar de democrático a un Estado que impide que retornen los árabes que siempre vivieron allí y pueda emigrar cualquier judío del mundo por el mero hecho de ser judío?
Se mostraba al kibutz como modelo de socialismo aunque ningún árabe podía ser miembro por el mero hecho de no ser judío. Extraño socialismo ese. Insólita democracia la de un país que obligaba a su minoría árabe a pedir el permiso de un militar para ir a comprar zapatos en otra ciudad porque entre 1948 y 1966 esa minoría vivía bajo un gobierno militar. O la de un gobierno que redactó un documento secreto en los años setenta (“El Informe Konig”) que proponía judeizar el norte del país poblado por árabes y cuyo propósito era expropiarles las tierras para entregárselas sólo a judíos, lo que provocó la famosa revuelta de la minoría árabe conocida como “El día de la tierra” el 30 de marzo de 1976.
Seguramente muchos recordarán la invasión al Líbano en 1982 y los bombardeos sobre Beirut que provocaron la muerte de ¿15 mil? ¿20 mil? personas. Gaza empalidece al recordar la lluvia de fuego que cayó sobre la capital del Líbano.
El “único Estado democrático del Medio Oriente” hace más de cuarenta años que ocupa Cisjordania y Gaza donde aplicó la censura sistemática de diarios y libros durante décadas y prohibió toda organización social y sindical. El periodista israelí Zvi Bar´el en los años ochenta comparó la situación en esos territorios con un régimen dictatorial y tituló un artículo “la pequeña argentina”, porque los palestinos eran secuestrados y desaparecían en la mitad de la noche. En los últimos años se ha construido un muro de ocho metros de altura que rodea ciudades palestinas convirtiéndolas en verdaderos guetos, como a Belén. También se implementó el “asesinato selectivo” de dirigentes políticos sin previo juicio y se secuestró a un tercio de los diputados del parlamento palestino elegido democráticamente en 2006, que aún están presos. Para describir la situación de los palestinos en los territorios ocupados desde 1967 la ex ministra de educación israelí, Shulamit Aloni, utilizó una palabra reveladora: Apartheid.
Muchos de los que siguen hablando de la “la única democracia del Medio Oriente” no conocen la verdadera naturaleza del Estado de Israel. Otros, prefieren no saberlo.
La reciente invasión a la Franja de Gaza y las imágenes de destrucción y muerte que se vieron provocaron estupor y vergüenza, especialmente a muchos judíos. Algunos para consolarse suelen comparar al Estado de Israel con los regímenes monárquicos o autoritarios del Medio Oriente. “Israel es la única democracia” argumentan y esto alivia sus conciencias. Sin embargo, más allá de las comparaciones, ¿es tan así? Cabe preguntarse si no se repite un cliché en base a la construcción idílica de un fetiche imaginario y deseado de algo que nunca existió. Tal vez la repetición del cliché cual mantra evite descorrer el velo y calme algunas conciencias culposas, o les permita continuar negando la realidad.
Algunos todavía insisten que los árabes se fugaron en 1948 cuando ya hay tantas investigaciones documentadas que demuestran que fueron expulsados de sus tierras que ni siquiera tiene sentido el debate. ¿Es posible calificar de democrático a un Estado que impide que retornen los árabes que siempre vivieron allí y pueda emigrar cualquier judío del mundo por el mero hecho de ser judío?
Se mostraba al kibutz como modelo de socialismo aunque ningún árabe podía ser miembro por el mero hecho de no ser judío. Extraño socialismo ese. Insólita democracia la de un país que obligaba a su minoría árabe a pedir el permiso de un militar para ir a comprar zapatos en otra ciudad porque entre 1948 y 1966 esa minoría vivía bajo un gobierno militar. O la de un gobierno que redactó un documento secreto en los años setenta (“El Informe Konig”) que proponía judeizar el norte del país poblado por árabes y cuyo propósito era expropiarles las tierras para entregárselas sólo a judíos, lo que provocó la famosa revuelta de la minoría árabe conocida como “El día de la tierra” el 30 de marzo de 1976.
Seguramente muchos recordarán la invasión al Líbano en 1982 y los bombardeos sobre Beirut que provocaron la muerte de ¿15 mil? ¿20 mil? personas. Gaza empalidece al recordar la lluvia de fuego que cayó sobre la capital del Líbano.
El “único Estado democrático del Medio Oriente” hace más de cuarenta años que ocupa Cisjordania y Gaza donde aplicó la censura sistemática de diarios y libros durante décadas y prohibió toda organización social y sindical. El periodista israelí Zvi Bar´el en los años ochenta comparó la situación en esos territorios con un régimen dictatorial y tituló un artículo “la pequeña argentina”, porque los palestinos eran secuestrados y desaparecían en la mitad de la noche. En los últimos años se ha construido un muro de ocho metros de altura que rodea ciudades palestinas convirtiéndolas en verdaderos guetos, como a Belén. También se implementó el “asesinato selectivo” de dirigentes políticos sin previo juicio y se secuestró a un tercio de los diputados del parlamento palestino elegido democráticamente en 2006, que aún están presos. Para describir la situación de los palestinos en los territorios ocupados desde 1967 la ex ministra de educación israelí, Shulamit Aloni, utilizó una palabra reveladora: Apartheid.
Muchos de los que siguen hablando de la “la única democracia del Medio Oriente” no conocen la verdadera naturaleza del Estado de Israel. Otros, prefieren no saberlo.
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