La hija de una pareja de militantes montoneros recuperó su identidad. Se trata de la beba que Raquel Negro dio a luz en 1978, en el Hospital Militar de Paraná, adonde había sido trasladada por la patota que regenteaban los centro clandestino de detención conocidos como Quinta de Funes (en la ciudad del mismo nombre, pegada a Rosario) y La Intermedia (junto a la autopista entre Santa Fe y Rosario, a metros del río Carcarañá).
La revelación surgió a partir de un cruzamiento genético dispuesto por la Justicia. Abuelas de Plaza de Mayo dará a conocer oficialmente en las próximas horas la restitución de identidad de la nieta número 96, la octava que la entidad de derechos humanos logró en lo que va del año.
Según trascendió, la hija de Negro y Edgard Valenzuela se sometió por voluntad propia a cotejar sus datos genéticos. Tiene 29 años, es comunicadora social y milita en un espacio de preservación de la memoria en la ciudad bonaerense de Villa Ramallo. Nació antes del Mundial '78, en el nosocomio castrense de la capital entrerriana, según declaró uno de sus captores, Eduardo Tucu Costanzo, hoy detenido en su domicilio de Rosario y procesado por delitos de lesa humanidad, a la espera de juicio oral. Negro alumbró a mellizos, pero uno de ellos, varón, nació muerto. A la niña la entregaron los represores Walter Pagano y Juan Amelong en el Hogar del Huérfano, en Rosario. Luego de eso, Negro fue ejecutada y su cuerpo trasladado en el baúl de un auto hasta La Intermedia. Según Costanzo, ese cadáver luego fue arrojado al mar.
Raquel Negro había sufrido ya la desaparición de una pareja anterior, Marcelino Álvarez, en 1976, con quien tenía un hijo: Sebastián, de 12 años. La secuestraron el 2 de enero de 1978 en el centro de Mar del Plata, junto con ese niño y con su nueva pareja, Tucho Valenzuela, un comandante montonero, miembro del Consejo Superior de la organización. Los secuestradores trasladaron a los tres hasta la Quinta de Funes. Ella estaba embarazada.
Por entonces, Galtieri, como jefe del II Cuerpo de Ejército, mandó a Valenzuela y a otro detenido a México, con la misión de señalar a los jefes montoneros refugiados en ese país. Valenzuela viajó, pero una vez en México eludió la vigilancia y contactó a sus compañeros para alertarlos sobre el plan.
Sebastián fue devuelto a sus abuelos, pero Raquel siguió cautiva hasta el parto. Luego, la asesinaron de un tiro.
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