martes, 15 de mayo de 2007

LOS COLIMBAS NO SE DIVERTÍAN

La zaga de películas mostraban soldados alegres, de todo el país, unidos, y felices, formándose para defender la patria. Mientras sus autoridades se robaban la patria, torturaban y asesinaban a sus compatriotas, y se quedaban con sus cosas y sus hijos.
La última audiencia desarrollada en el Tribunal Oral Federal permitió allanar varios hechos en los que conscriptos fueron testigos de algunos movimientos importantes para la investigación del Juicio por la Verdad.
En primer lugar prestó declaración Enrique Rodríguez Llames, convocado no por los organismos, sino por el Tribunal, quien hiciera la conscripción en la Base Aérea de Mar del Plata desde marzo de 1976 hasta fines de 1977. Llames relató que durante su servicio estuvo destinado a la sección Adiestramiento de Perros y que la barraca adonde se desempeñaba estaba cerca del radar, que posteriormente fue conocido como el Centro Clandestino de Detención “ La Cueva ”. Cree que la custodia de ese lugar estaba a cargo de personal que no era de la Base Aérea. Recordó que la Base era relativamente pequeña por lo que los movimientos que allí ocurrían se podían conocer. También mencionó que en ese momento habría alrededor de 300 soldados, cuyas tareas eran sobre todo las guardias que abarcaban el perímetro de la Base , indicando que incluía varios puestos: el de la entrada, el lateral correspondiente al sector adonde se encontraban las casas de los oficiales, el del final de la pista, el del polvorín, el del aeropuerto, puestos laterales por la calle Estrada al fondo y uno correspondiente a la casa del Comodoro. A él en particular no le tocó hacer muchas. Las mismas duraban 24 horas y luego había 24 horas de descanso. En cada puesto había dos conscriptos.
También recordó que una vez vio al Oficial Cativa Tolosa, del GADA, dejar su Dodge 1500 en el casino de los oficiales y salir en un Jeep con una chica detenida. Rodríguez Llames agregó que estando de guardia en la Torre del Aeropuerto, una noche vio que subían prisioneros encapuchados, 3 ó 4, a un avión. Las luces del aeropuerto estaban apagadas por lo que todo era muy irregular. Ese avión partió y volvió en menos de dos horas sin los prisioneros. El testigo asoció este hecho a lo que luego se conocieron como “vuelos de la muerte”. Cree que el avión era de la Armada , ya que tenía hélice y así eran los de la Armada en ese entonces. La fecha probable de este hecho pudo ser principios de 1977, pero no lo pudo precisar. También relató que veces los soldados eran llevados a controles en la ruta o en la ciudad. A él le tocó estar en la ruta, en las proximidades de la Base Aérea. En esas oportunidades se pedían los documentos, y si bien había una lista de nombres a la que sólo tenían acceso los oficiales, una vez pudo verla. Reconoció a personas conocidas suyas, de la Universidad , de su actividad deportiva y de su militancia en la JUP. A algunos de ellos pudo avisarles pero el testigo prefirió dar estos nombres en privado. También recordó que algunos de esos nombres eran de compañeros que luego desaparecieron, tal el caso de Eduardo Caballero y Juan Carlos Abachián.
Recordó que el Jefe de la Base era Agustoni y el subjefe Vecchio, pero que ellos nunca se veían. También mencionó a un suboficial de la Policía Militar apodado “Caballo Loco”. Cuándo fue interrogado acerca de un Oficial de apellido Molina, dijo recordarlo como “medio loquito”, siempre con armas y granadas y vinculado a la represión. Nunca lo vio en La Cueva , pero se decía que ingresaba al lugar. Al testigo se le acercó una lista con nombres de quienes se desempeñaron como personal de la Base en aquella época y pudo recordar a Agustoni, Francini, jefe del aeropuerto, Molina, suboficial mayor, Reyna, suboficial a cargo de la tropa, Cativelli, suboficial asignado al aeropuerto, Espeche, suboficial mecánico, Fiappi, su jefe en el adiestramiento de los perros, Gallardo, suboficial mayor. Si bien los veía a diario nunca los oyó hacer ningún comentario acerca de los detenidos en La Cueva. También se le acercó una fotografía y el testigo dijo que podría tratarse del mencionado Molina.
El siguiente testigo fue Miguel Ángel Mitidieri, quien realizó el servicio militar desde febrero de 1975 hasta abril-mayo de 1976 en la Base Naval de Mar del Plata, en la 4ª División Comunicaciones. Como estaba cursando abogacía en la Universidad , pidió prórroga, por lo cual entró a la conscripción con 25 años. Hasta obtener su título, su horario en la Base fue de 6.30 a 12 hs. Después, debió cumplir el horario completo, de 6.30 a 16.30 hs. Su lugar de trabajo era el 4º piso del edificio central de la Base , donde estaba la máquina de radio teletipo. En ella se recibían y enviaban mensajes a la Base de Puerto Belgrano y otras bases sobre cuestiones cotidianas. Dijo que en un cuarto aparte había otra máquina a la que no tenían acceso los conscriptos y que podría haber sido utilizada para comunicaciones de otro tipo. En ese mismo edificio había un comedor y un lugar donde dormían. Recordó que el día 23 de marzo de 1976, el capitán Ortiz, su superior, le indicó que dado que estaban acuartelados y se necesitaban baterías para los intercomunicadores, debía ir a comprarlos, dejar su auto en la casa y volver. Cuando volvió a la Base , el panorama había cambiado completamente: la mayoría de sus compañeros no estaba, habían sido trasladados a localidades cercanas. En cambio, había muchos infantes de Puerto Belgrano que, al parecer, llegaron en un barco que nunca vieron. Se decía que el reemplazo era para evitar que, en caso de enfrentamientos, estos se dieran entre marplatenses y los soldados no dispararan. Desde cuarto piso, observó gran movimiento de entrada y salida. Se escuchó un tiroteo y bombas en el puerto. A la madrugada pudo ver muchos hombres, tal vez unos cien, en ropa interior, incluso descalzos, sentados y esposados bajo un pino muy grande. Eso se repitió en los días subsiguientes. En esos días también, fue requerido por un oficial mientras hacía cola para el almuerzo. Este le indicó que debía pasear por un playón próximo a un detenido que estaba acalambrado, orden que cumplió. Este era un hombre, estaba encapuchado con un bolso naval, que le pidió repetidamente que le dijera en qué lugar estaba. Él no respondió dado que les habían ordenado no hablar para no ser reconocidos posteriormente y así evitar las represalias a ellos o sus familias. El testigo dijo que antes del golpe militar había dos colectivos verdes que estaban destinados al transporte de personal naval dentro de la ciudad. Después del 24 de marzo, esos vehículos dejaron de prestar ese servicio y pudo ver en varias oportunidades, por las noches, que se usaban para sacar detenidos de la Base con las ventanillas tapadas por la puerta principal. Se comentaba que los llevaban a la Base Aérea. En el predio había lugares a los que no podían acceder desde antes del golpe. Aunque no había carteles ni guardias, sabían que serían castigados si no respetaban la orden. Si bien no le consta, se decía que los detenidos estaban en el edificio de la escuela de buzos tácticos, arrodillados, encapuchados, amordazados y con las manos atrás. No recuerda haber visto médicos, abogados ni contadores. Los abogados de los Organismos le facilitaron una lista de conscriptos de la clase 1954 y el reconoció a Jorge Rubén Vergés, Jorge Ernesto Comas, Di Fiori, Di Rocco, Rubén Fabricio, Luis M. Muñoz y Juan José Parietti, quien formó parte del grupo que fue trasladado el día previo al golpe.

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