jueves, 7 de mayo de 2009
HACE 90 AÑOS NACÍA "EVITA"
Por Augusto Taglioni
Cuando llegan fechas como estas, inevitablemente la retórica se apodera de nosotros y las palabras se tornan inalcanzables en un mar de elogios y santificios. Evita era, es y será pueblo, la abanderada de los humildes, la mujer que hizo de ella un referente de trabajadores y trabajadoras, una enemiga del capital extranjerizante, una enamorada de la cultura nacional y una acérrima contrincante de la oligarquía. Los "contreras" como ella misma decía, eran quienes marginaron y olvidaron al pueblo. Los mismos que con calificativos como “Puta” o “Cabaretera”, denostaban su amor a la patria, porque como muchas veces repetió: “A los oligarcas y a los militares no les gusta que el pueblo salga a la calle”. Aquellos que sin estupor pintaban "Viva el cancer", en alusión a la enfermedad que terminó con su vida. Su espíritu militante, su activismo y la dedicación por la construcción de poder popular, hicieron que ella y sus descamisados caminaran juntos por la senda de la justicia social, en busca de la patria grande que la historia nos demandaba, y nos demanda, aún hoy.
“Si es preciso haremos justicia con nuestras propias manos. Yo le pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón porque, ¡guay de ese día! Ese día, mi general, ¡yo saldré con el pueblo trabajador, con las mujeres del pueblo, con los descamisados de la Patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista!", decía. Y repetía: “A la fuerza brutal de la antipatria, le opondremos la fuerza brutal del pueblo organizado”.
Hacia fines de los años '40 Evita ejercía el poder en tres frentes:
1. En primer lugar, el de ayuda social. Todo aquello que el Estado no podía ejecutar, relacionado con la solidaridad y la asistencia social, estuvo centralizado en Evita. La fundación (Fundación Eva Perón) cubrió las grietas ante la inexistencia de un Ministerio de Bienestar Social y ante un incipiente sistema previsional.
2. En segundo lugar, Eva se convirtió en el punto de contacto entre Perón y los gremios. Escuchaba sus pedidos, mediaba en sus conflictos y reemplazaba a los dirigentes sindicales que le parecían incapaces.
3. En tercer lugar, impulsó el voto femenino que integro a la mujer a la vida cívica y política nacional. El sufragio femenino aprobado el 9 de septiembre de 1947. La Ley 13.010, estableció la igualdad de derechos políticos entre hombres y mujeres y el sufragio universal en la Argentina.Ley que se aprobó por unanimidad.
A su vez fue la Presidenta del Partido Peronista Femenino, que sumó al Movimiento Peronista la adhesión militante de millones de mujeres.
Además de estos tres puntos, Evita era el alerta de la estructura impuesta, los ojos y oídos de Perón. Su simple presencia pasó a ser la vanguardia del peronismo, una vigía insobornable y sin pelos en la lengua.
En 1950 ya era una potencia política autónoma, si bien al mismo tiempo permanecía adherida a Perón, su poder era total; su personalidad, madura y conciente del papel que desempeñaba.
A su vez, la igualdad política de hombres y mujeres, se complementó con la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida que garantizó el artículo 37 (II.1) de la Constitución de 1949. El texto fue directamente escrito por ella.
"Cuando elegí ser Evita, sé que elegí el camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro años de aquella elección, me resulta fácil demostrar que efectivamente fue así. Nadie sino el pueblo me llama Evita. Solamente aprendieron a llamarme así los descamisados. Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales e intelectuales que me visitan suelen llamarme 'Señora'; y algunos incluso me dicen públicamente 'Excelentísima' o 'Dignísima Señora' y, aun a veces, 'Señora Presidenta'. Ellos no ven en mí más que a Eva Perón. Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como Evita."
(La Razón de mi vida)
"... La razón es muy simple: el hombre puede vivir exclusivamente para sí mismo. La mujer, no. Si una mujer vive para sí misma, yo creo que no es una mujer o no puede decirse que viva..."
(La Razón de mi vida)
Ella nunca especuló con el sentimiento de los humildes. Sentía su necesidad en carne propia y por eso, los retribuía, con hechos. Por eso, aquella juventud, que peleó con su sangre por la patria grande y el hombre nuevo, levanto sus banderas, la de la sublevación, la de los derechos de las mayorías y no de minorías oligárquicas. Evita creía en el poder del pueblo, creía en el movimiento peronista, como revolucionario y hasta el último momento de su vida se convenció de que “las cosas debían cambiar”, de que la patria era una sola, la patria grande, la del pueblo, los grasitas y los trabajadores. Y con esa meta confrontó hasta con el mismo Perón, el cual ella admiraba con devoción como también el pueblo argentino. Militares, aristócratas, el clero y empresarios redondeaban el término de antipatria, la patria que habían construido con pobreza y ganancias para unos pocos. Esa patria no tenía lugar para los pobres, para el pueblo. Por eso, Evita con el último aliento le pidió al Gral. Perón que siempre gobierne para el pueblo. Ese mismo pueblo, que la hizo volver para ser alojada en cada uno de los corazones de los humildes, porque “con las cenizas de los traidores construiremos la Patria de los humildes”.
"Quiero hacer hasta el último día de mi vida la gran tarea de abrir horizontes y caminos a mis descamisados, a mis obreros, a mis mujeres. Yo sé que, como cualquier mujer de pueblo, tengo más fuerzas de las que aparento tener y más salud de la que creen los médicos que tengo. Tal vez un día, cuando yo me haya ido definitivamente, alguien dirá de mí lo que muchos hijos suelen decir, en el pueblo de sus madres cuando se van, también definitivamente: ¡Ahora recién nos damos cuenta que nos amaba tanto".
Evita tenia una sola ambición, una sola y gran ambición; Que su nombre figurase en la historia de la patria. Y así, se sentiría sobradamente compensada, que el pueblo, los descamisados de la patria, se acuerden de aquella mujer a la que cariñosamente llamaban, EVITA.
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