Por Esteban Tedesco
“El que mata debe morir”, “Si me matan a un ser querido agarro un itaka y empiezo a matar gente”, “Los delincuentes están libres y yo vivo entre rejas”. Estas y muchas otras frases del mismo tipo hemos tenido que escuchar a lo largo de estos días desde que Susana Giménez disparara la polémica luego de enterarse del asesinato de su florista. Las opiniones, han salido de la boca de dudosas celebridades, como la citada conductora de televisión y empresaria, su colega conductor de TV y empresario Marcelo Tinelli, o el cantautor Cacho Castaña y siguen las firmas. Basta. Termínenla de una vez. ¿Esta es la responsabilidad de los medios de comunicación social? A esta clase de pensadores van a recurrir cada vez que haya que tratar un tema tan delicado como este.
Podría decirse que en materia de la tan mentada seguridad, el horno no está para bollos. Es verdad. Quien suscribe ha sido testigo en los últimos días de un hecho que conmovió a la ciudad de Mar del Plata, como lo fue el asesinato a mansalva de una comerciante a menos de 100 metros de su propia casa y en horas del mediodía. No se trata de desconocer hechos que suceden ¿Pero qué tipo de soluciones o aportes se hacen a esta problemática cuando las únicas respuestas son del tipo “hay que matarlos a todos”? ¿Que responsabilidad tienen los medios en esta nueva escalada en pos de la pena de muerte y el endurecimiento de las leyes?
Quienes se hacen dueños de estas palabras alegan ser cristianos y férreos defensores de la vida y los derechos humanos. Pero exigen que se cumplan los derechos humanos para la gente decente y trabajadora. La “gente como uno”, ¿vió? Pedidos tales como “basta de derechos humanos para fulano o mengano. Los derechos humanos deben ser para los que trabajan”. Para empezar, ¿quien puede decir que en la Argentina se garantiza la vigencia plena de estos derechos, cuando casi la mitad de sus habitantes viven en la pobreza? Cuando no se garantiza a esos mismos el acceso a la salud, la vivienda digna, la educación y el trabajo. Este pedido se funda, sin dudas en un palo por derecha a un gobierno que, podrá gustarnos más o menos, pero no puede negarse que ha sido el primero en años en buscar justicia para los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura. Ese es uno de los logros que hay que reconocerle, aunque se demoren los juicios. A buena parte de nuestra sociedad este tema la irrita y encuentra en declaraciones como las de Susana -que por otra parte no pidió pena de muerte cuando su ex pareja Carlos Monzón, arrojó por un balcón a su mujer de entonces, Alicia Muñiz, quitándole la vida- a una interlocutora válida para decir lo que no se anima.
Pero el problema no está en quienes declaran, sino en los altavoces que encuentran para expresarse. No puede ser que miles de voces reproduzcan este tipo de declaraciones. Sólo se puede encontrar en las radios, la TV, los diarios o los portales de Internet del sistema que la gente pide mano dura, que se piensa en la pena de muerte. Pocos medios hicieron referencia a que la Constitución Argentina está adherida al Pacto de San José de Costa Rica, lo cual impide la instauración de la pena de muerte. Entonces, los mismos que piden que se cumplan las leyes, están pidiendo que se viole la Constitución.
No se trata de desconocer que muere gente a causa de hechos delictivos. Pero también muere gente a causa del hambre, a causa de enfermedades que serían perfectamente evitables o en accidentes de tránsito. Ninguna muerte evitable está justificada. Pero mientras se sigan atacando los efectos y no las causas seguiremos padeciendo los mismos males. No tendremos seguridad hasta tanto la violencia siga ganando la pulseada. La violencia está instalada en cada niño que se muere de hambre, en cada hombre y en cada mujer que no tiene asegurado el plato de comida. En la gente que duerme en la calle. En los niños y niñas que mendigan en las esquinas. En los mensajes que emiten los medios de comunicación. ¿Cómo podremos terminar con la violencia si seguimos diciéndoles a los jóvenes que lo único que importa es el dinero? ¿O qué solo tendrá éxito si consigue el auto o el celular que propone la publicidad?
Es razonable que alguien que sufre la pérdida de un ser querido, se cargue de ira y quiera venganza por mano propia, pero el Estado y las leyes no están para garantizar ese deseo. El hecho de sufrir en carne propia un hecho delictivo no habilita a nadie para convertirse en especialista en materia jurídica. Y mucho menos deben ser los medios de comunicación quienes se hagan eco de ese reclamo. Estos deberían enriquecer el tema empezando por dejar de emitir contenidos cargados de violencia (de cualquier tipo), recurriendo a la opinión de especialistas y de gente idónea, que anteponga la razón a la emoción y no reproducir una y otra vez los espasmos de quienes, inmersos en una espiral de violencia, pretenden volver a la ley del ojo por ojo diente por diente. Solo si se propone un cambio cultural, se podrá ganar esta batalla. Si derechos básicos como la educación, la salud, el trabajo y la vivienda comienzan a garantizarse. Mientras esto no ocurra, la violencia seguirá ganando y, lamentablemente, más gente inocente seguirá cayendo en la volteada de una espiral violenta que convive con nosotros en cada momento del día.
miércoles, 11 de marzo de 2009
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