Por Gabriel García De Andreis
Estará bien preguntarnos cual es el verdadero valor, en clave de democracia, del ritual que de tiempo en tiempo todos los ciudadanos de nuestro país nos vemos obligados a producir, la asistencia a las urnas para emitir voto?
Preguntamos si estará bien preguntarnos, adelantándonos incluso a la posibilidad de que, en el propio preguntar, esté habilitada la sentencia de muerte del propio ritual de las elecciones, tal siempre el riesgo de interrogarse de verdad.
Preguntamos si estará bien preguntarnos, advirtiendo que rápidamente tendremos quien equipare nuestra pregunta a la adhesión de un plumazo a formas antidemocráticas, y hasta nostalgiosas de aquellos que todavía consiguen decir que “con los militares estábamos mejor”.
Nos preguntamos si estará bien preguntarnos si es que asistir periódicamente a la “fiesta de la democracia”, no nos pone a celebrar la impotencia política, más que la potencia de pensar otros mundos posibles, produciendo así esa fuerte condición de la nada ciudadana que es no solamente negar, sino además, y para encadenar aún más el doble cerrojo, negar que negamos.
Nos preguntamos si estará bien preguntarnos por el valor del rito al que estaremos obligados a asistir, hacia fines de este mes, haciendo pie en la pregunta ¿en qué consiste el derecho a votar, si estamos obligados a votar? Cuál es la sustancia de un derecho a elegir, si no hay derecho a elegir no hacerlo?
Nos preguntamos si estará bien preguntarnos, sin que nadie intente amordazarnos con los gestos que reconocemos como diferenciales de otros tiempos, que Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni en la Corte Suprema de Justicia no son lo mismo que la justicia infinita, ni el pulgar todopoderoso de las dictaduras; que Hebe de Bonafini y Estela de Carloto al lado de la presidenta de la Nación no son lo mismo que las uniformadas y siniestras ternas de otros tiempos, tan lejanos, tan cercanos.
Nos preguntamos si estará bien preguntarnos cual es la verdadera representación de la voluntad del sujeto expresada en el voto, toda vez que la representacion se vuelve parodia, disuelta en los dobleces de la llamada clase politica, en tiempos en que el humor politico del Gran Cuñado impone el advertir que la elección no consiste en elegir quien nos representará, sino quien quedará afuera de la casa (rosada, o del congreso), oponiendose de ese modo al único interés visible de quienes están en ella: quedarse adentro para siempre, y nada más. Humor politico que tiene como única virtud el señalar casi de un modo primitivo, que el voto es sólo eso, la impostada libertad de decidir quien quedará adentro, nunca qué necesidades e intereses populares estarán representados en los centros de poder para que otro mundo sea posible.
Nos preguntamos si estará bien preguntarnos por qué votamos, cuando advertimos que en el voto está expresado el único espacio de libertad posible, que para el mal gobierno no hace falta más que prometer que cumplirán con sostener la consistencia de lo que ya está hecho.
Y nos respondemos que está bien preguntarnos por el valor de nuestro gesto votante, a riesgo de al final de nuestro recorrido decidir que para qué, porque no estamos tan lejos del momento en que el poder ciudadano se cargó a un presidente. Y que acto seguido, inició la experiencia de resubjetivación del actor politico que son las asambleas, experiencia que continúa hoy visiblemente en las fabricas recuperadas, invisiblemente, para el sentido común, en todo foro, seminario y encuentro popular que se plantea seriamente el problema de la autogestión colectiva de los riesgos de estar vivos.
Nos respondemos que estamos obligados a preguntarnos por qué y para qué votar, porque como alguna vez expresó Cornelius Castoriadis, el problema de nuestra civilización es que dejó de interrogarse, y que, como señala Zigmunt Bauman, ninguna sociedad que olvida el arte de plantear preguntas o que permite que ese arte caiga en desuso puede encontrar respuestas a los problemas que la aquejan, al menos antes de que sea demasiado tarde y las respuestas, aun las correctas se hayan vuelto irrelevantes.
martes, 9 de junio de 2009
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